Esta expresión procede de un deporte francés, quizás de ultratumba en su época: el jeu de paume. En boga en el siglo XVI, llegó a reunir a ¡7.000 jugadores en París! En el paume, como en el tenis, algunos jugadores se lanzaban para recoger una pelota que estaba lejos. A veces, sin embargo, su entusiasmo no era suficiente, y la pelota seguía su camino, al igual que el jugador… Se caía y acababa en el suelo, ¡en el… diamante!
El patio de paume estaba formado por pequeños azulejos.
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